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Domingo Noveno Después de Pentecostés
Jesucristo piadoso para con los enemigos, celoso del Honor del Padre y Maestro de los Hombres.Hermanos míos. El Profeta Ezequiel tuvo un día una visión misteriosa. «Vi, dice, una mano que se alargaba hacia mí, la cual tenía un libro envuelto; y lo desplegó ante mí, y estaba escrito por dentro y por fuera». ¿Qué simbolizaba ese libro escrito por dentro y por fuera? Responde San Bernardo de Claraval, que era símbolo de Jesucristo, Ser perfectísimo, ya se considere su divinidad, ya su humanidad. Si hay un libro merecedor de que los fieles le abran y le estudien frecuentemente y con atención, es por cierto nuestro Señor Jesucristo, puesto que cualquiera dicho o hecho suyo nos da admirables enseñanzas.El Evangelio de este Domingo, que puede dividirse en tres partes, refiere tres hechos, cada uno de los cuales confirma una nobilísima excelencia del divino Redentor. La primera parte de este Evangelio nos dice que Jesús lloró sobre la ingrata Jerusalén, mostrándose piadoso con los enemigos; la segunda nos manifiesta a Jesucristo en el acto de arrojar del templo a los profanadores, mostrándose celoso del honor del Padre; la tercera, en fin, nos le presenta enseñando a los hombres en el templo, y ostentándose como Maestro. Ved aquí el objeto de la presente homilía. ¡Cuán fructuoso y agradable, y, por consiguiente, digno de vuestra benévola atención, es el asunto de esta nuestra consideración espiritual, hermanos míos!