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El nobel más controvertido egas moniz el inventor de la lobotomía
EL NOBEL MÁS CONTROVERTIDO EGAS MONIZ EL INVENTOR DE LA LOBOTOMÍA Repasar la historia de las enfermedades cerebrales es recorrer un camino largo, repleto de diagnósticos erróneos. Y tratamientos que, muchas veces, no respetaron la máxima hipocrática: Lo primero es no hacer daño. En la primera mitad del siglo XX se creía que la causa de las enfermedades mentales eran las infecciones de los dientes. A muchos enfermos se les extrajo piezas dentarias a discreción, como fue el caso de la escritora Virginia Woolf. Ella padecía un trastorno bipolar y le quitaron tres dientes para que mejorase, cosa que no sucedió. Además, el tratamiento de las enfermedades psiquiátricas consistía en inmersiones en bañeras, inducir al estado de coma o en brutales electrochoques. En este contexto, el médico portugués Antonio Egas Moniz puso en práctica la lobotomía como método para tratar la esquizofrenia. Moniz creía que la locura tenía causa orgánica y que la cirugía era la clave para su tratamiento. Lo llamó psicocirugía. Su teoría era compartida con otros científicos que ya habían realizado leucotomías de lóbulos frontales en chimpancés. Un método en el que desconectaban la sustancia blanca de la gris en el cerebro. El portugués publicó en 1936 sus primeros resultados en veinte pacientes. Para realizar su intervención usó un lazo de alambre retractable que insertaba en el cráneo a través de un agujero. Y lo dirigía al lóbulo frontal de los pacientes para separar las dos sustancias que mencioné. Los primeros resultados eran prometedores y esta técnica se propagó, rápidamente, por el resto del mundo. Tanto que el luso acabaría ganando el premio Nobel de medicina en 1949. El neuropsiquiatra Walter Freeman en colaboración con el cirujano James Watts, realizaron la primera intervención en Estados Unidos, siguiendo este método. Al poco tiempo este dúo acumuló 200 lobotomías prefrontales en tres años. Los dos expertos afirmaron que los pacientes con ansiedad o agresividad mejoraban de manera franca, aunque sufrían complicaciones: apatía, dificultad en la atención, hemorragias cerebrales o trastornos del comportamiento social. Ante estos resultados, Watts se cuestionó la seguridad del procedimiento y acabó desvinculándose del proyecto. Freeman, en cambio, decidió recorrer varios centros mentales del país en un vehículo, que bautizó como lobotomóvil. Incluso, simplificó más la técnica y operaba con un picahielos. Esta vez, Freeman aplicaba unos electrochoques para atontar al paciente. Y luego introducía este instrumento punzante en el borde superior de la órbita ocular. Por debajo del párpado y lo orienta hacia la bóveda craneal. Con la ayuda de un martillo, lo clava 4 cm y luego gira la empuñadura para que la punta desgarre y separe el lóbulo frontal del resto del cerebro. De media, Freeman tardaba 10 minutos en efectuar esta terrible atrocidad en nombre de la medicina. Desde que se publicaron los resultados de Egas Moniz hasta mediados de los años cincuenta, se llevaron a cabo unas 50.000 lobotomías en Estados Unidos. Para más aberración, el espectro de las indicaciones se amplió, incluyendo su tratamiento para la tratar la homosexualidad o para calmar a niños hiperactivos. Los resultados siguieron siendo catastróficos: la mayor parte de los pacientes quedaron en un estado de desconexión con la realidad. Incapaces de interaccionar o de relacionarse. Así se aprecia en la película: Alguien voló sobre el nido del cuco. Donde al personaje, interpretado por Jack Nickolson, le realizan una lobotomía para paliar su agresividad. Y acaba en estado vegetativo. Otro caso sonado fue el de Rosemary Kennedy, la hermana del famoso presidente. En 1941 fue lobotomizada con 23 años en un intento de curarla. Tras el procedimiento, la joven perdió la capacidad de caminar o hablar. Terminaría internada en un centro religioso, donde falleció en 2005. Menos mal que en